No sé si fue un sueño, pero lo último que recuerdo es que antes de ser tan feliz, me acostaba en una cama con el corazón inerte y frío, con latidos bradicárdicos, con memorias viejas atoradas en un corazón enfermo, que por primera vez obedecía las órdenes de un cerebro más viejo que mi la edad corporal. Y no sé qué sucedió, no recuerdo si algo más ocurrió, si hubo algún lapsus amnésico pero aquel día volví a levantarme pero, extrañamente, estaba feliz. Era una sensación tan fuera de lo común que ni me dejaba pensar bien; mi cerebro no sabía si mandarme a respirar o sonreír. Era como si me hubiese levantado en otro cuerpo, con otra alma. Esa, tu blanca piel, me bienvenía a esta nueva etapa de la vida que, al parecer, consistía sólo en amarte y ser feliz.
Y no sé qué sucedió, pues ahora no logro recordar ni cómo ni cuándo ni dónde te he dejado, por qué tu nombre ya no sabe a amor sino a recuerdo.
Y no sé qué sucedió, pues ahora no logro recordar ni cómo ni cuándo ni dónde te he dejado, por qué tu nombre ya no sabe a amor sino a recuerdo.
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