Donde habite el olvido: Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
--LuisCernuda

diciembre 28, 2008

Cuento de Navidad (I)

Rafaela* tenía una panzota, de esas que se ven a punto de reventar. Casi no podía estar de pie, su peso junto a su baja estatura la hacían estar sentada casi todo el tiempo, pero eso no importaba, su felicidad era rebosante.

Cuando me enteré que iban a tener un bebé, me puse tan feliz como Julio* cuando supo que iba a ser padre. Claro, ellos no se lo estaban esperando pero un bebé es un regalo de Dios en cualquier momento que llegue. Nos pusimos tan pendientes de esa criatura como si fuéramos sus tías y llevábamos el conteo de sus días de embarazo como si tal partera. Eso sí, ese muchacho se movía dentro de esa barriga, que ni Maradona detrás de una pelota, sobre todo si su papi le hablaba o le cantaba o si Melania se comenzaba a imaginar su futuro y se lo decía sobando la barriga de Rafaela.

Parecería que no iba a dejar de crecer aquel abultado vientre, era como si todos los días agrandara un chin más. Ya tenía ocho meses y líquido amniótico de más, probablemente el bebé nacería prematuro, pero qué importa, sólo esperábamos a que se rompiera la fuente para ver al pequeño.

Sin previo aviso, llegó el día. Ya saben cómo es el cuerpo humano, no avisa ni hace citas. Las contracciones llegaron junto a la epidural; iba a ser una cesárea.

Rafaela veía el rostro sudoroso de su doctor, no podía distinguir bien si eran lágrimas o más sudor en su cara. Ella estaba entre colores brillantes y mucha lentejuela, estaba sonriéndole a un gran arcoiris que se asomaba detrás de ella, paseaba junto a una manta gigante llena de esperanzas y vida, oía a los árboles decir su nombre repetidas veces...."Rafaela, Rafaela...", se escuchaba a lo lejos; "Déjala muchacho, que está descansando, a la gente anestesiada no se le habla..."

Despertó con una gran sonrisa: "Mi bebé" musitaba. "Rafaela, no hable muchacha, quédate tranquilita, no hable" le dijo una voz entrecortada. "Parece que estoy en el limbo de nuevo" pensaba ella al no lograr distinguir el sudor de las lágrimas. Julio tomaba su mano izquierda y la besaba cada tres minutos. A él también se le veía el rostro medio sudado o lloroso, ay yo que sé, se decía Rafaela en la cabeza, yo lo que quiero es...dor..mmm...

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